jueves, marzo 05, 2009

"El poeta y el poder", de Armando Uribe A.

Acerca de Juan Luis Martínez




De los poetas chilenos que viven en Chile el más interesante es Juan Luis Martínez. De los que no viven aquí, David Rosenmann Taub. Los dos, ajenos a banderías, se dedican a lo suyo que es -no la notoriedad- sino la poesía.

Empecemos por el de aquí cerca. Ha publicado poco; su obra más considerable es La Nueva Novela. Esta novela es poesía en verso.

Por una razón misteriosa la poesía en Chile toca todos los grandes temas con atrevimiento; mientras la prosa de ficción orilla varios de los más cotidianos, profundos y urgentes. Está el caso del poder. Es archisabido que los grandes asuntos literarios son el amor (y su contrario), el poder (y su contrario) y la muerte (y su contrario...). El amor de Zutano y Fulana, o dos zutanos entre sí, más fulanas consigo, suele ser tema de novelas.

La muerte, cosa de todos, y el luchar contra ella, lo son también. ¿Pero el poder y sus contra-poderes, el ser objeto y, aún más, sujeto en ejercicio del poder? Como si fuera un asunto baladí; como si la política -para llamar lo relativo al poder con esa palabra peliaguda- no ocupara el tiempo de los chilenos incluyendo a los escritores. Conversen con alguno. Más que probable, seguro, empezará la conversa haciendo referencia a quienes mandan, uniformados o no, aquellos de quienes dependemos a gusto o a disgusto; los que condicionan nuestras vidas, durmamos o estemos en vela.

El poeta Martínez, en varias partes de su “nueva novela” en verso, habla del atroz problema del poder. La última parte de su libro, después de singulares “Notas y referencias”, se titula “Epígrafe para un libro condenado: (La Política)”. El epígrafe mismo dice: “El padre y la madre no tienen el derecho de la muerte sobre sus hijos, pero la Patria, nuestra segunda madre, puede inmolarlos para la inmensa gloria de los hombres políticos. F. Picabia”.

“La desaparición de una familia”, aunque el autor no lo haya ideado así, es el más grande poema de desaparecidos de que haya memoria. El poeta siempre habla de lo que ocurre, aunque no lo sepa. Así, repite al final de cada estrofa:

“al menor descuido se borrarán las señales de ruta
y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.
“al menor descuido olvidarás las señales de ruta”
“al menor descuido confundiréis las señales de ruta”
“al menor descuido ya no escucharás las señales de ruta”.


Y al final:
“nunca hubo ruta ni señal alguna
y de esta vida al fin, he perdido toda esperanza”.

El género mayor de la literatura en Chile es la poesía lírica. Fragmentarios, contradictorios, incoherentes, los pobres líricos revelan la verdad espiritual de una sociedad que no es muy completa, ni unívoca, ni congruente. Los poetas en Chile se atreven a enfrentarse a sí mismos, a lo que los rodea y a esta realidad irrisoria que vanamente se intentaría componer como unitaria, transparente, incluida en sí misma.










en Análisis, 1990.










2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y vale con ser poeta con la vida misma de uno y si no publicas al menos gritarlo por ahí o conversarlo apoyado en la barra del bar.

rositadicha dijo...

Muy bien