miércoles, abril 23, 2008

“Me interesa más el mundo que el lenguaje”. Entrevista a Michel Houellebecq, de Sabine Audrerie






Después de Le sens du combat (El sentido de la lucha), ha emprendido la tarea de modificar La poursuite du bonheur (La búsqueda de la felicidad), su primer libro de poemas. ¿Le concede cada vez más importancia al género poético?
No, en realidad estoy escribiendo una novela. Tengo la impresión de estar siguiendo dos caminos contradictorios: cada vez más implacable y sórdido en prosa, cada vez más luminoso y extraño en poesía. Cuando llego demasiado lejos por un camino, enseguida me siento tentado a tomar el otro. Es un equilibrio dinámico, probablemente inferior a una síntesis; pero es lo mejor que puedo hacer por el momento.


¿No está la poesía más directamente destinada a suscitar la emoción, a expresar una vida interior?
Sobre todo, es una visión del mundo más misteriosa. La poesía despierta cosas ocultas, inexpresables por otros medios…, y siempre me sorprende el resultado. A veces va unido a la musicalidad, a veces no; a veces es simplemente una percepción extraña, sin ninguna conexión. Es curioso encontrar en uno mismo cosas inexplicables; estoy cada vez más convencido de que la belleza, separada del deseo, es forzosamente extraña. Se puede encontrar en una novela, pero es mucho más raro; uno se ve arrastrado por la mecánica de los acontecimientos y de los personajes. No quiero hacer un juego de palabras, pero probablemente podemos decir que, en una novela, la parte activa pertenece al orden poético.


¿Podríamos calificar de “maldito” al poeta actual?
Es mucho peor que eso. La poesía es una actividad completamente desesperada. Mucha gente siente necesidad de escribir poemas en el curso de su vida; pero ya nadie los lee. La idea de que la poesía es algo forzosamente aburrido ha echado raíces; y la canción sólo colma en parte la necesidad poética.


¿No se siente demasiado afín a los poetas contemporáneos?
He leído a muchos poetas del siglo pasado, pero no a tantos de mi propio siglo. Mi época favorita –tanto en poesía como en música- sigue siendo la primera época del romanticismo alemán. Sería difícil encontrar algo así en la actualidad, los tiempos se prestan mal al lirismo y a lo patético. No estoy a favor ni en contra de ninguna vanguardia, pero me doy cuenta de que me distingo por el simple hecho de que me interesa más el mundo que el lenguaje. Me fascinan los fenómenos inéditos del mundo en el que vivimos, y no entiendo cómo los demás poetas consiguen mantenerse al margen: ¿es que todos viven en el campo? Todo el mundo va al supermercado, lee revistas, tiene un televisor, un contestador automático… No consigo superar este aspecto de las cosas, escapar a esta realidad; soy terriblemente permeable al mundo que me rodea.


Ha modificado muy poco el texto de “su método”, Rester vivant (Seguir vivo).
Es un texto de esos que surgen “de una sola vez”, muy difícil de modificar. Y es cierto que define un método al que he seguido siendo fiel hasta ahora. Sé que Ampliación del campo de batalla, mi primera novela, sorprendió a mucha gente. Es probable que los que habían leído Rester vivant (muy pocos) se sorprendieran menos que los demás.


¿Cuál podría ser el papel de la literatura en el mundo que describe, vacío de sentido moral?
Un papel penoso, en cualquier caso. Cuando uno pone el dedo en la llaga, se condena a un papel antipático. Dado el discurso casi de cuento de hadas de los medios de comunicación, es fácil hacer gala de cualidades literarias desarrollando la ironía, la negatividad, el cinismo. Pero cuando uno quiere superar el cinismo, las cosas se ponen muy difíciles. Si alguien consigue desarrollar en la actualidad un discurso que sea a la vez honesto y positivo, modificará la historia del mundo.











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