martes, agosto 29, 2006

"Borges no existe", de Enrique Vila-Matas




Todo empezó cuando Lucio Lombardo Radice, al aproximarse en clave matemática a La Biblioteca de Babel (el célebre cuento de Borges que habla de la identidad entre la biblioteca y el Universo), calculó que el número de “libros posibles”, en base a las coordenadas borgianas, era 25 elevado a la 656 milésima potencia.

Eso llamó la atención del físico Tullio Regge, que publicó un artículo en el que se preguntaba si podía existir esa biblioteca, cómo situarla en relación con el Universo y, finalmente, si Borges, su autor, existía o era, simplemente, un impostor. “Quisiera –escribió Regge- que todo el mundo tuviera en cuenta que, si nos fiamos de Borges, el volumen del Universo, en centímetros cúbicos, requiere un número de 85 cifras. Y yo me pregunto: ¿cómo podría contener el Universo todos los libros? La biblioteca de Borges no parece probable, pues no cabe en nuestro Universo. Además, si, según la teoría Newtoniana, situamos la densidad media de la biblioteca igual a un décimo de la del agua, obtenemos una estructura cuyo diámetro no puede superar más de un centenar de millones de kilómetros, por lo que, yendo aún más lejos, es evidente que iríamos inexorablemente hacia un catastrófico agujero negro”.

Un anónimo comunicante escribió a Tullio Regge y le informó de que hacía ya tiempo que desconfiaba del cuento y de Borges mismo, “pues sabiendo, como sabemos, que a lo largo de su vida, lo máximo que un hombre puede andar es medio millón de kilómetros, resulta inexplicable cómo alguien pudo mantener una velocidad constante por los estrechos corredores y escaleras de la biblioteca. En la mejor de las hipótesis, ese bibliotecario habría recibido noticias locales, a escala provincial, no ciertamente planetaria...”.

Tras el misterioso anónimo, Regge tuvo nuevos motivos para inquietarse, pues Víctor Knud se incorporó a la polémica, al debate sobre la existencia de Borges. Knud, un célebre físico que está convencido de que existen universos paralelos, planos y grandes, donde la Física tiene un valor diferente, escribió: “El día en que leí La Biblioteca de Babel palidecí. Sí, palidecí, porque por un momento tuve la sospecha de que una construcción tan grande existía sobre uno de esos superplanetas en un universo paralelo y que Borges había logrado encontrar la fórmula para visitarlo a placer”.

¿Era Borges el misterioso comunicante anónimo? Todo parece indicar que no, que ni siquiera tuvo nunca noticia de la polémica de los físicos. Sin embargo, para la sorpresa general, al celebrar el pasado agosto su 86 aniversario, Borges, probablemente de forma involuntaria, sacó de dudas a los físicos, cuando al ser felicitado por una lectora agradecida, dijo: “No se preocupe por saludarme, señora, no existo. No, no existo. Soy un fantasma”.



en Apsi, del 2 al 15 de junio, 1986







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